Sebastián (nombre ficticio) tiene recién 18 años, pero él se siente viejo. “Ya estoy carreteado, tía”, dice repetidamente moviendo su cabeza cubierta por un jockey. Y aunque su presencia representa su edad biológica, sus palabras tratan de demostrar que en su mente vive una persona más madura: “Yo ya me encuentro viejo”.
“Ya me da lo mismo que me miren feo, o que me digan algo: me da lo mismo”, expresa, y probablemente esa actitud frente al prejuicio social se debe a que siente que ya dejó en el pasado aquellas acciones que lo llevaron a ser detenido y cumplir sanción bajo la Ley 20.084 de Responsabilidad Penal Adolescente.
Llegó a CORFAL a los 15 años, entrando al Programa Medidas Cautelares Ambulatorias MCA. Tras estar un año, pasó al Programa Libertad Asistida Especial PLE, en donde cuenta que su delegado lo ayudó y “nos hacían hartos talleres, nos explicaban”, recordando especialmente un concepto que era recurrente: alejarse de “las malas juntas”.
“Al comienzo era rebelde, pero como a los 17 años empecé a agarrar que ya tenía que empezar a portarme bien, que ya iba a pasar a ser mayor de edad. Tenía que pegarme la escurría. Ya no podía hacer nada malo, porque si no ya no iba a estar acá, me mandaban para la cárcel de Acha. Niun brillo”. Pero a pesar de su sinceridad, aun así reconoce que le faltaba tomar conciencia plena de lo que esto significaba. Y lo supo al entrar al mercado laboral, a través del Programa de Intermediación Laboral PIL.
En el programa PIL “me ayudaron a ser más responsable, en hacer las cosas, que tengo que llevarme bien con la gente; aprendí a hablar mejor, ya no hablo tan flaite, ahora hablo mejor, más educado” y reconoce que estos detalles le han servido en sus labores. Además, destaca que el trabajo de las profesionales del equipo “ayudó harto, nos ayudaron a buscar papeles en Internet, nos acompañaba a buscar pega. Fuimos a hartos lados, hasta que entré a una”.
Encontrarse con la realidad: “Cuesta ganarse las monedas”
Su primer trabajo fue en una faena de construcción: “yo pensé que trabajando ahí fácil pero no, era muy dura la pega. Era pura gente mayor, yo era el más chico. Tienen que estar todo el día al sol, con el calor, yo me ponía una chaleca para no quemarme tanto”.
Esta lección no se le borró nunca más, pues se dio cuenta que “cuesta ganarse las monedas, es lo que más aprendí. Que cuesta. Yo antes le pedía a mi vieja, y mi vieja me daba. Pero me di cuenta que cuesta ganarse la plata, no es fácil, no te la regalan. Pero como yo quería ganarme la plata, tenía que quedarme ahí nomás”, exclama, como recordando la convicción que le hizo enfrentar ese desafío en el mundo laboral, en donde pudo aprender labores como trazar cuando “yo jamás había visto un mapa, un plano”, confiesa.
En la construcción un señor mayor le habló francamente “que la pega no era para mí, que me iba a perder, y que la gente que no estudiaba tenía que trabajar todo el día, como él. El viejo era viejo zorro, y me decía “no puede ser que estís acá, anda a estudiar”, consejo que ahora él le repite a los más jóvenes y que en lo personal, lo motivaron a completar su Educación Media.
Consciente de la dificultad laboral y buscando algo mejor con las herramientas de búsqueda de trabajo entregadas en el Programa PIL “ya que la otra pega estaba muy dura, mandé un currículo (a un Supermercado), me llamaron y quedé”. Se considera contento en su trabajo, está ad portas de pasar a Contrato Indefinido y le ha servido para aprender nuevas cosas. Además está estudiando Mecánica porque “a mí me gustan las cosas de los autos y quiero seguir aprendiendo para entrar a arreglar yo mis vehículos” y cuenta con varias capacitaciones que aprovechó de cursar en el periodo en el que estuvo bajo sanción en el Programa Libertad Asistida Especial.
Estudiar algo que te guste: esa motivación se la encausaron los profesionales RPA al preguntarle “¿Qué es lo que te gusta?” y que él considera que fue clave para detonar sus ganas de superación: que las cosas pueden mejorar y que es responsabilidad personal aprovechar las oportunidades. Pero ¿qué necesitan los jóvenes como él para iniciarse en los empleos? Sebastián responde que “que nos den cursos, así como acá nos hicieron a nosotros. Los que están motivados y quieran trabajar, hay que trabajar nomás”
“Ya pasó su tiempo y ya somos más maduros y pasó todo el atao. Tiene que haber oportunidades. Si yo pude, y yo me tengo fe, otro igual puede. Uno tiene que ser responsable”
La importancia de vivir la Libertad Asistida
“Tiene que pasarte algo. Eso es lo malo, que tiene que pasarte algo para darse cuenta. Por lo menos, gracias a Dios, nunca me pasó algo muy terrible. Yo encuentro que me di cuenta acá, donde me ayudaron harto”, relata Sebastián su proceso de maduración y aprendizaje, donde valora un detalle especialmente: no haber estado preso.
Reflexiona de que si hubiese estado en régimen cerrado “habría aprendido otras cosas. Habría estado con otras personas, otros cabros más maldadosos. Acá lo paso bien, nos llevan a actividades, fuimos a pintar a Chinchorro, hicimos los cursos. Si hubiese estado encerrado sería otro mundo, sería más delincuente, habría estado robando, traficando. Habría tenido otra mentalidad de gente que te mete el cuco en la cabeza. Pero acá había puros cabros que estaban motivados igual que yo”.
Pero si logran la motivación entonces ¿qué lleva a un chiquillo a robar? Sebastián no titubea en su respuesta, como queriendo hacer valer su experiencia de vida: “robar en un cabro de 13 años es moda: es porque quiere tener las cosas, y quiere ser como los que se visten bacan, los que tienen personalidad, anda rápido y quiere robar igual que él. Porque el loco tiene a la mina más rica, y el otro no puede, entonces roba. Es moda nomás. Después hay algunos que se aburren pero otros se quedan en eso, y se quedan en eso, siguen la corriente”.
Y continúa con su diagnóstico, empezando a centrarse en un tema que resulta fundamental para él ahora a los 18 años: el rol de la Familia.
“Cuando estás en tu familia y todos te enseñan a robar, vas a robar. Es difícil y ahí uno se da cuenta que se quedan ahí mismo nomás. Es difícil si la familia está en lo mismo. Son pocos los que salen de ese ambiente, pero igual se puede, nada es imposible. Si mi papá es traficante, mi hermano es ladrón y yo quiero ser abogado o carabinero, ya no puedo porque mi familia tiene antecedentes, ya tengo un punto menos ya”.
Y le cambia el rostro de la dureza a la ternura cuando empieza a hablar de su propio entorno familiar: “mi familia es mi mamá, yo ahora la aprecio harto y ahora sé que cuesta. Antes le pedía “cómprame esto” y si no me enojaba. Ahora soy mucho mucho más diferente a como era antes con mi vieja. Ahora la respeto, me di cuenta que cuesta la plata y no es fácil, me imagino que fue más difícil para mi mamita. Yo quiero mantenerla yo. No tengo problemas con eso, Si no, yo me iría para otro lado”, confesando que su mayor preocupación es el cuidado de su hermano pequeño, del cual se considera responsable y que le motiva para seguir en el camino que decidió de ganarse el dinero honradamente y superarse laboralmente.
“Es importante la familia, tía”, suspira mientras hace una solicitud personal para ilustrar esta entrevista: “Póngale una foto de la familia, porque eso es lo más importante”.